Ahora sé que tengo miedo de tus malditos miedos; a que ellos me coman a mí la cabeza y me ganen el terreno, a que consigan lo que te has propuesto, a ceder ante ellos y a perderte por ellos.
Miedo que no debiera sentir porque son firmes mis sentimientos, y aunque ahora te ausentes y me dejes con tus ridículos miedos yo no quiero ni verlos. Tus miedos siempre nos han separado; tus miedos, tus dudas... yo ya no quiero saber nada de ellos, no quiero que me cubran con su manto de oscuridad y me hagan sentir que está todo perdido de nuevo.
Sé que tu silencio lo provocan tus miedos, tus malditos e injustificados miedos que yo quiero hacer desaparecer; y tus dudas inútiles, sin sentido; tú, tus dudas y tus miedos.
¿Por qué no crees un poco en mí? ¿Por qué no tomas mis palabras sinceras como un arma contra ellos? ¿Por qué dejas que ellos sean más fuertes que mis sentimientos? ¿Por qué me llevas al mismo límite de siempre? Deberías saber que, de seguir así, alguna vez caeré y te quedarás solo con tus malditos miedos.
No sé cómo palpitaré mañana ni cómo será la luz de tus ojos cuando vuelvas, pero no me rendiré ante tus miedos por mucho que tú lo quieras.
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